martes, 3 de noviembre de 2015

EL TÉRMINO FEMINISTA

Si hay una etiqueta que todavía sigue siendo objeto de prejuicios y de una permanente devaluación esa es sin duda la de feminista. En estos malos tiempos para la igualdad y para la garantía de los derechos de las mujeres, o lo que es lo mismo para la efectividad de la democracia, asistimos además a una progresiva huida de un término que es usado tanto por hombres como por mujeres en muchas ocasiones desde la ignorancia y en otras tantas desde el desprecio más absoluto. Mientras que otros conceptos vinculados a la lucha por los derechos humanos han acabado asentándose, aunque sólo sea en el ámbito de lo políticamente correcto, el feminismo sigue identificándose con los intereses parciales del colectivo "mujeres", cuando no con reivindicaciones extremistas que parecen identificar a sus protagonistas con la pura "histeria" con la que el diputado Novoa Santos calificó a la mitad de la ciudadanía en el debate constituyente de 1931.


A todo ello habría que sumar la ligereza con la que todos y todas opinan al respecto, aunque la mayoría de los y de las que hablan no hayan leído ni la tercera parte de los muchos volúmenes que atesora el pensamiento feminista. Algo que al menos algunos no nos permitiríamos hacer con respecto a otros campos del saber que no forman parte de nuestro caudal formativo.
Y es que a estas alturas del siglo XXI, y muy especialmente en nuestro país, sigue habiendo mucha ignorancia, alimentada sin duda por el orden patriarcal que sigue vigente, en torno a lo que el feminismo ha representado y representa como movimiento igualitario y como teoría política.

Porque no deberíamos olvidar que el feminismo no es solo un proceso de lucha que se inicia precisamente cuando el constitucionalismo liberal excluye de sus conquistas a la mitad de la Nación, sino que también constituye todo un marco de reflexión crítica y emancipadora mediante el que muchas mujeres -y algunos hombres- llevan cuestionando unas estructuras políticas, jurídicas y sociales que siguen marcando diferenciaciones jerárquicas entre unos y otras.
Por lo tanto, y desde esa doble consideración, el feminismo ha sido y es clave en los procesos de consolidación democrática y en la definición más completa y justa del Estado de Derecho. De ahí por lo tanto que debiera ser objeto de estudio preferente no sólo en ámbitos científicos cuya incidencia es evidente, sino en general como materia obligatoria sin la que es imposible educar para una ciudadanía capaz de ejercer sus derechos y obligaciones en condiciones de paridad. Algo que, por supuesto, desconoce la reciente reforma educativa y apenas es un mandato de buenas intenciones, en la práctica normalmente incumplidas, en nuestra legislación de igualdad. 

martes, 4 de agosto de 2015

UNA IMAGEN MIL CRITICAS


Desde que apareció la imagen son muchas las mujeres que se han indignado. Algunos medios (también la cantante que ha prestado su imagen) han hablado de la polémica tachando a las mujeres que han denunciado esta imagen de histéricas y exageradas.
¿Qué hay de negativo en fomentar la prevención del cáncer? Nada. Evidentemente, todas las mujeres, de todos los tipos pueden prestar su imagen, su cuerpo y todo lo que quieran para hacer una campaña de prevención. Pero, ¿qué prevención? ¿De qué estamos hablando? Porque para hacer sensibilización, primero, hay que saber de qué estamos hablando y hacerlo de la mejor forma posible. No vale todo.
El cáncer de pecho es una enfermedad. Algo duro. Son muchas las mujeres que lo han superado y lo superan cada día. Muchas las mujeres que se enfrentan a esta enfermedad y consiguen salir adelante. Pero no es fácil. Y no todas lo consiguen. Y no depende (“solo”) de ellas como muchas veces nos hacen creer. Me da mucha rabia que hasta para estar enfermas tengamos que estar alegres, ser fuerte y, además, mantener nuestra belleza. “El cáncer no es de color rosa”.
Muchas de las mujeres que han pasado por el cáncer, además de vivir una enfermedad, tienen que enfrentarse a la imagen que la sociedad quiere de su cuerpo. Cada día, vemos cómo mujeres sanas se enfrentan a su propio cuerpo porque no es el cuerpo que la sociedad quiere. Porque no es el cuerpo que sus parejas quieren. No es el cuerpo que ven en la televisión o en las revistas. Soy la primera que, en más de una ocasión, no he ido a la piscina o a la playa porque no me apetecía ponerme en bikini delante de algunas personas. Sí, también las feministas tenemos estas cosas… Con el tiempo se nos van quitando, pero no es nada fácil…
No es novedad que el cuerpo de las mujeres se utilice para vender. Se nos utiliza para vender coches, cemento, alcohol y todo tipo de artículos que nada tienen que ver con nuestro cuerpo. Pero ahí estamos: desnudas para que la sociedad nos mire y nos disfrute. Nos juzgue. Nos diga si tenemos cartucheras o un abdomen envidiable. Ahí estamos, para vender, ser vendidas y ser compradas.
Por eso, que ahora el cuerpo de una mujer se utilice como reclamo de una campaña de prevención de cáncer de pecho es cuanto menos insultante. Porque además de la enfermedad (que sería lo único que debería importar), las mujeres que pasan por un cáncer de pecho tienen que enfrentarse a los signos que la enfermedad deja en su cuerpo.
Hace ya algunos años, conocí a una mujer que trabajaba en una asociación con mujeres que tenían o habían tenido cáncer de pecho y me hablaba de cómo muchas de ellas, además del cáncer, tenían que enfrentarse a un divorcio. El motivo: parece ser que ya no resultaban atractivas a sus maridos. Increíble, ¿no? Bueno, pues sí, son cosas que pasan en esta mierda de sociedad superficial y machista. También me hablaba de las veces que clínicas de cirugía estética intentaban hacer negocio de la enfermedad y que les llevaban publicidad o aparecían cada vez que organizaban un encuentro o congreso.